lunes, 13 de febrero de 2012

Burbujas de jabón

...uno no muy antiguo...y todavía demasiado actual...
Aún no ha sonado el despertador pero él ya está despierto, angustioso y desesperadamente despierto. Como cada noche. A su lado, agotada, descansa su mujer, tan agotada como confiada. Toda su familia está en casa. Los niños duermen en la habitación continua. Comparten dormitorio ya solo hay dos en el piso. Es de alquiler y está situado de nuevo en la periferia. La otra casa se la comió el banco, que para él es como un gigante antropófago, lo mismo que el Mercado.
El Mercado, La Banca, Lehman Brothers, la burbuja inmobiliaria, todos ellos le parecen conforman una tribu de colosos carnívoros destinados a destruir el mundo, su mundo. Ni siquiera logra distinguir unos de otros. Él ya solo es un albañil más en paro que hace trabajos cobrando en negro, para poder subsistir.
Él se levanta sin hacer ruido. Su esposa tiene el sueño pesado y él ha aprendido a moverse como un felino por la casa. Tiene las horas contadas antes de que a ella le suene el despertador. Limpia en unas casas por las mañanas y otras por la tarde. Cobra poco, se queja menos, y a los ricos que ahora son solo un poco menos ricos todavía les incomoda ensuciarse las manos con su propia mierda.
Observa a su mujer en la penumbra mientras se viste. Le cuesta más quererla que antes, y sabe que a ella le pasa igual, a fracasado. Las facturas, los inconvenientes y los números rojos no dan respiro ni para eso.
Piensa "Burbuja". Esa era una de las pocas palabras que mejor entendía de todo aquel rompecabezas financiero. En ocasiones, cuando los niños juegan a lanzar pompas de jabón en el parque, las observa flotando durante unos segundos antes de explotar. Así se había sentido él hasta hacía unos años: flotando. Dejó los estudios pronto porque sobraba el trabajo. Trabajaba muy duro y lo ganaba bien. La cortejó mientras ella aún iba al instituto. Él tenía coche, es unos años mayor y tenía el dinero para invitarla a lo que fuera. Ella lo miraba como a una especie de héroe. Se casaron y fueron padres. Presumían de lo que tenían. Y se sentía un ganador.
Luego la burbuja que como la de sus hijos, explotó, y de repente no quedaba nada de todo aquello. Tuvo que cambiar el Audi por un utilitario, devolver la casa al banco y continuar pagando una deuda que superaba su valor. No sabía y no entendía cómo. Hubo que sacar a los niños del colegio privado y meterlos en el del barrio. Se acabaron los mimos y caprichos con los que se habían criado. Ya no había para tantos juegos ni para la última consola del mercado.
Cada una de las preguntas que hacían acabó teniendo la misma respuesta. ¿Por qué nos cambias de barrio, de cole? ¿Nos compras esto o aquello? Y la respuesta, siempre la misma "No hay dinero". Y cada vez que la pronunciaba se sentía más y más un perdedor. Ya ni ella ni los niños lo miraban como un héroe, ni sus viejos compañeros del colegio que lo vieron tener de todo.
Como cada madrugada, coge el viejo utilitario y conduce por las venas de la ciudad para buscar aparcamiento frente al mismo edificio. Allí, solo, puede dejar de sentirse un perdedor por unas horas. Ella no sabe que va allí. No lo comprendería. No sabe que necesita que lo vean un rato como alguien diferente.
Coge del asiento trasero el ordenador portátil, de lo poco que no habían sucumbido con la excusa de que les hacía falta a los niños para los trabajos del colegio. Busca la misma wifi que usa cada noche.
Se conectó y tecleó su contraseña en un juego de red gratuito. Bienvenido "Lehman Brothers" responde la pantalla, él no sabe exactamente lo que es, ni lo que significa. Lo usa porque quería un nombre que de miedo, y a él ese se lo da. Le hace sentir un gigante poderoso. Como cada amanecer, acepta una misión que podrá terminar en algo más de una hora. Tendrá que rescatar o acabar con alguien; quizá acompañar a alguien en un peligrosa travesía. Allí él es Lehman Brothers, un avatar de alto nivel que cuenta con buena reputación. Juan, necesita ese mundo para no olvidarse de lo que es ganar, para dejar de sentirse siempre un perdedor.
Lola no lo sabe.  No lo comprendería

6 comentarios:

  1. Mmmm... cuántas cosas no sabremos de nuestra pareja. ¿Necesariamente no las comprenderíamos?

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    1. Necesariamente yo creo que no tenemos que comprenderlas, solo respetarlas.
      Si fuesemos capaces de comprender los actos de personas y parejas no las juzgariamos.

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    2. Quizá sea al revés, si no las juzgaramos, las entenderíamos.

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    3. Yo creo que no, pero bueno es cuestion de opiniones. Y en el fondo estaremos de acuerdo en lo básico: Entender y respetar aquello que es importante o necesario para otra persona, comprendiendolo o no.

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  2. Me ha encantado....está escrito de una forma que solo quieres sabes más y más sobre el avatar de Juan....

    La pena es que haya tantos y tantos Juanes en la triste realidad.....

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    1. Cada vez hay más Juanes y menos ADSLs gratuitas que escondan esa frustación.

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