jueves, 15 de marzo de 2012

Hojas arrugadas

La otra tarde paseando por un camino llano, silencioso, árido y descolorido, tropece con un papel. Simplemente un papel, blanco y arrugado, arrugado como solo lo arruga la fuerza de un puño. Extrañado y sorpendido por la extraña y desubicada piedra, la cojo y desenvuelvo como un niño busca el sabor en sandwich de recreo. Ante mi, sorprendentemente, unas pocas líneas. Unas líneas que tratan de expresar lo que seguro de otro modo su voz no puede, su boca no quiere.

“Me enteré que al fin te decidiste y diste el siguiente paso.
Espero que él sea capaz de hacerte feliz.
Solo quería que supieras…
                                      Aun te quiero.”

Imagino al autor de aquel texto. Trate de imaginar su sentir cerrando su mano sobre una carta que nunca fue capaz de entregar. Lo imagino odiando su cobardía, culpando al destino. Lo imagino con lágrimas en los ojos, observando en la distancia a quien alguna vez fue el motivo de su alegría. Lo imagino dando media vuelta y secando con una mano las lagrimas mientras simultáneamente la otra deja caer huérfano un texto que para nadie más tendrá sentido.

Imagine a quien recibió la carta. ¿Qué sentiría? La imagine mezcla de alegría y tristeza, una noticia recibida demasiado tarde o innecesariamente pronto. La imagino silenciosa ante él. Interminable silencio, incomodo, tortuoso silencio. La imagino ante él, apretando con su mano la noticia que quizás desearía nunca haber recibido. La imagino mirándole a los ojos sujetando con las manos la hoja, con la cabeza una lágrima que lucha por caer, que no debe de caer. La imagino dando media vuelta, rápida y precisa, justo en el instante que la lágrima vence cualquier razón. Arruga la hoja mientras se aleja y la deja resbalar entre sus dedos porque ahora ya, necesita secar sus lágrimas.
He intentando desde tan afortunado y fortuito encuentro, ser capaz de llenar el hueco que había encima de esas líneas…he imaginando que era una carta. He imaginado que el camino me puso esa hoja, con un fragmento, de una historia por si quería jugar a ser escritor. Escritor de historias que no ocurrieron, con personajes que no existen. He jugado e intentado ser ese escritor de romances, que para los que el camino solo brinda un final.

Imagine, aprendí y entendí que ese final merecía una gran historia, que los textos merecen ser bien escritos. Supe que el camino por silencioso, arido sabria poner esa historia en las manos de un escritor. Un escritor que sepa que las líneas no son el final de una historia, sino el principio.


Arrugue la piedra y la deje en el camino confiando en su propia suerte. Me he cruzado con muchas otras que no han llamado mi atención; si alguna vez, el camino quiere que me vuelva a tropezar con ella, intentare escribir una historia que comience con esas líneas. 

2 comentarios:

  1. la tía al ver la nota hubiera pensado: qué cansino y qué llorón...
    ...que las hay muy cabronas

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  2. ...pudiera ser pero entonces en esa historia ella hubiera arrugado la hoja se la hubiera tirado al pecho con una sonrisa juguetona y pasando la mano sobre su hombro le hubiera dicho, vamos a tomar una caña y dejate de hojitas. jjjj

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