martes, 17 de septiembre de 2013

Los compañeros de septiembre


 
El otro día dando vueltas a mi beduino comportamiento, observando como a mí alrededor todo el mundo se afana por recuperar su hogar a la vuelta de vacaciones.


Ver como todos ellos deshacen maletas, para ocupar su sitio, su hogar o simplemente su lugar...pensaba en aquellos jóvenes que en Septiembre deben empezar hacer su equipaje para dejar su hogar y venir a ser devorados en Madrid...



Y aquí estoy yo de nuevo, después de tantos meses a los mandos de mi teclado para con un poco de suerte avisarles y decirles lo que se les viene encima, en esta trágica ciudad...



Seguramente ahora en sus casas con sus padres, con sus amigos, de la mano de esos primeros amores son reacios a abandonarlos, decirles adiós y distanciarse para; venir a una ciudad para encerrarse en una residencia, pagar quince pavos por una copa en locales atestados de gente, pasar miedo en el metro, perdiéndose solo por cuatro calles...



Y yo les digo hoy, ánimo porque los estamos esperando y a mis nuevos compañeros de Septiembre, les diré que no tengan miedo, que hay cientos (miles) de razones para poner la maleta encima de la cama de esa habitación a la que nunca volverán.



Y cuales son esas razones, no se las dare porque para que me entiendan solo os hablare de Madrid.



De porque Madrid es la mejor ciudad del mundo.



Y es que Madrid es Madrid todo el año, pero nunca Madrid es tan Madrid como en septiembre.

Las calles se desperezan con sus gentes, caen las primeras gotas de este otoño que se cuela entre las sábanas y tintinean las copas en la barra roja del Más Allá. Una más. La penúltima.

El Madrid de los atardeceres imposibles, los hermanos Alcázar en la Gran Vía sin su Madrid Rock y las niñas con sudario en la mesita bebiéndose Juan Bravo.



Sé que viviréis en Malasaña, que os besarán en los portales de Corredera Alta volviendo del Tupperware y beberís copas de mierda en noches vulgares que no se os olvidarán jamás. Dormiréis poco, lloraréis más de la cuenta y echaréis de menos aquella cama -que aún te espera- y te cagarás en los muertos de aquel payaso del blog que un día como hoy te vendió esta ciudad inexplicable.



Pero un día sin darte cuenta ya no será septiembre y bajarás por Espíritu Santo con un desconocido al que (ya) llamas amigo (qué importa de donde vienes, si estás aquí) y la vida se pintará de acacias y tejas - el color del cielo que abrasa la Gran Vía cuando atardece, y cada paso será una nota de una partitura que aún no entiendes, pero que ya intuyes. Y cruzarás Recoletos y el sol se pondrá en la Cuesta de Moyano, a la vera del Jardín Botánico y el Museo del Prado. Donde cada tarde reposan botines, fracasos, tesoros, llaves y brújulas bajo las tapas de aquellos libros que esperan, sin prisa, la mano de otro dueño....quizá las vuestras.



Y viviréis mil vidas y aprenderéis a amar el cine en los Doré, harás cola como uno más en la barra del Cisne Azul, esas setas y otro vermú y otro pincho de tortilla en La Ardosa.



Aprenderás como buen madrileño a reverenciar ya en otoño las tardes en El Prado y quizás descubras el arte en exposiciones de la Thyssen, el Sofia...



Y pasará septiembre y los meses; dormirás poco, llorarás menos y recordarás con cariño aquella cama que ya nunca será la tuya. Porque la tuya está en Madrid.



Y un día, sin más, no existirá otra ciudad.

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